Imaginemos a José, Thiago y Huang. Imaginemos que los tres nacen el mismo día, el 20 de julio de 2008: José en Cartagena, Colombia; Thiago en Belo Horizonte, Brasil, y Huang en Shenzhen, China. Los tres pertenecen a familias de bajos ingresos, con padres que aspiran a que su hijo sea el primer miembro de la familia en ingresar y graduarse de la universidad. Los tres dependen completamente de la educación pública para lograr esta hazaña.
Nadie podría decir el día en que nacieron que el colombiano va a ser más hábil, o que el brasilero, más sagaz, o que el chino, más inteligente. No hay ninguna razón intrínseca, racial o genética que diferencie las capacidades futuras de José, Thiago y Huang. Sin embargo, desde ese primer día las cartas estarán claramente echadas: Huang seguramente logrará alcanzar la meta. Thiago avanzará en comparación con sus padres. José, en cambio, permanecerá estancado. Un millón de minutos de educación después1, los resultados serán completamente diferentes.
Aunque no al nivel de Huang, y gracias a los esfuerzos realizados por el estado de Minas Gerais de mejorar la lecto-escritura de sus niños, Thiago será capaz de comprender frases de complejidad media, hilar oraciones básicas y sostener conversaciones con un orden gramatical coherente, que es lo mínimo que se espera de un niño a esa edad y que le da las bases suficientes para poder seguir aprendiendo. Thiago tiene suerte de haber entrado al sistema público de Minas Gerais justo en medio de su transformación. Años atrás, la probabilidad de que pudiera leer y escribir a ese nivel hubiese sido tan solo del 49 por ciento. Entre el 2006 y el 2010, esa probabilidad aumentó al 86 por ciento debido a los esfuerzos realizados para mejorar la calidad del sistema2. ¿Y José? Bueno, depende. Si José fue afortunado y formó parte del ~32 por ciento3 de los niños que leen y escriben en Colombia al nivel mínimo esperado para su edad, podría tener un futuro similar al de Thiago. El mínimo esperado es lo que pisa4 ha definido como las capacidades requeridas para poder participar de forma efectiva y productiva en la vida. Pero si imaginamos que José representa exactamente el nivel educativo promedio de un niño colombiano, su nivel de comprensión lectora y de creación escrita será tan bajo que no logrará comunicarse efectivamente y no comprenderá bien lo que lee. De igual forma, tendrá dificultad para poder realizar operaciones matemáticas básicas. José, a duras penas, sabrá sumar y restar. Su rezago ya podrá notarse y le generará atrasos importantes hacia adelante, ya que no cuenta con las herramientas para poder seguir aprendiendo de una forma eficiente y efectiva.
Avancemos al 20 de julio de 2017, al cumpleaños número 9 de cada uno. La infraestructura educativa, el salón de clases, el currículo, el involucramiento familiar que valora la educación por encima de todas las cosas y, sobre todo, la calidad de los profesores hará que Huang—un niño chino con habilidades representativas del promedio de su clase— lea tal y como lee un niño un año mayor del promedio de los países de la ocde, lo que significa que dispondrá de las estructuras académicas necesarias para construir todo el andamiaje de conocimiento hacia adelante.
Dado su nivel tan bajo en lecto-escritura, es muy probable que José enfrente dificultades con el currículo de los años siguientes, que cada vez será de mayor complejidad. En la medida en que comience a fallar, es probable que también comience a manifestar problemas de conducta y falta de atención en clase y tendrá muy poco interés en el trabajo escolar. “A ese punto, la probabilidad de fracaso es esencialmente irreversible. Existe muchísima evidencia que sugiere que, de no adquirir un nivel básico de lecto-escritura a esa edad, los efectos en el resto de la vida de la persona serán severos y difíciles de superar5”.
Cuando José, Thiago y Huang tomen las pruebas pisa a sus 15 años, los caminos ya serán diferentes. Huang representará a uno de los mejores sistemas educativos del mundo; tendrá claro conceptos básicos de aritmética, álgebra y trigonometría; podrá desarrollar textos de dificultad intermedia y, muy seguramente, se comunicará en dos idiomas. Su rumbo hacia la universidad está casi asegurado y contará con todas las bases para poder dar ese salto exitosamente.
Thiago, por su parte, estará muy por encima del promedio de Brasil y contará con los requisitos mínimos esperados, aunque todavía tendrá dificultades para comprender textos complejos y su nivel general en matemáticas seguirá siendo insuficiente para poder acceder a algunas carreras universitarias. Sin embargo, tendrá alta probabilidad de graduarse del colegio y lograr cumplir el sueño de su familia de ir a la universidad. Aunque Huang le llevará una delantera importante, Thiago tendrá la posibilidad de contar con mejores oportunidades y mayores ingresos que sus padres.
José, en cambio, tendrá que enfrentarse a unas probabilidades muy en su contra. A los 15 años, tendrá el mismo nivel educativo que Huang tenía a los 12. Cuanto más tiempo pase, menos va a creer en la posibilidad de ir algún día a la universidad. Al mismo tiempo, las otras oportunidades de entrar al mercado laboral (probablemente informal) comenzarán a ser más atractivas y quedarse en el colegio comenzará a tener menos sentido. Aunque no lo sabe, José tiene un 52 por ciento6 de probabilidad de abandonar el colegio antes de graduarse. Y si decide quedarse en el colegio y graduarse, su probabilidad de ir a la universidad habiendo salido de una escuela pública será del 37 por ciento7. Lo más seguro es que José no logre mejorar las condiciones socioeconómicas en las que nació.
En la educación todo suma o resta. En el caso de José, las pocas horas efectivas de clase, la ausencia de textos escolares de calidad, la pobre infraestructura escolar (laboratorios de computadores, proyectores en los salones, etc.) las bajas capacidades de los docentes y la falta de motivación de su entorno, entre muchas otras cosas, anularon la oportunidad de que él pudiera realizar su potencial. Sin duda alguna, los resultados de Huang y Thiago serían los mismos en estas condiciones. Es más, Thiago hubiese sufrido ese mismo destino unos pocos años antes. Huang también, si hubiera nacido en la China de 1980. José es el resultado de un sistema fallido, que no le permite desarrollar todo su potencial real.
Seguir haciendo lo mismo no es suficiente
En la educación no hay atajos, ni píldoras mágicas, ni soluciones inmediatas. Ni siquiera la tecnología y su enorme potencial de transformación ha logrado mostrar una receta más efectiva para dar resultados inmediatos y sostenibles. El proceso de aprendizaje es lento y gradual y está atado al desarrollo de competencias, habilidades y conocimientos, todos interconectados. Una falla en el desarrollo de la estructura de aprendizaje pone en riesgo la capacidad de ese individuo para seguir creciendo. Se estanca o nunca arranca, que es el caso de muchísimos niños colombianos.
Cabe reconocer que nuestro sistema educativo ha progresado de forma destacable durante los últimos veinte años. Si José hubiese nacido en los años noventa, es probable que hubiese tenido menos años de escolaridad (un estudiante promedio de las zonas urbanas hoy tiene dos años más de escolaridad que en 1997)8. Según las pruebas pisa, la calidad de la educación en Colombia ha mejorado significativamente en comparación con otros países; por ejemplo, el desempeño de los estudiantes en lectura ha aumentado en 40 puntos desde 2006, lo que significa que Colombia es el cuarto país que más ha progresado entre 51 sistemas educativos. En las pruebas Saber 3.5 y 99 se ha disminuido el porcentaje de estudiantes por debajo del nivel mínimo/insuficiente en Lenguaje (3-6 puntos)10. La inversión en educación ha seguido creciendo de forma constante y se mantiene en 4.7 por ciento del PIB11. Se han construido miles de aulas nuevas, lo cual ha incrementado el número de estudiantes con una jornada académica completa y se han hecho esfuerzos importantes para proveer textos escolares y dar apoyo a los docentes a través del programa Todos a Aprender. Grandes logros, pero aún no es suficiente.
Al ritmo de mejora actual, en diez años, solo en Lenguaje, el 42 por ciento de los estudiantes quedarían por debajo del nivel mínimo esperado, el equivalente a 2,4 millones de estudiantes entre los 10 y 15 años12. En matemáticas, el progreso en las pruebas 3, 5 y 9 se estancó13. En PISA, si seguimos a este mismo ritmo de mejora, llegaríamos escasamente al límite entre un sistema pobre y uno aceptable, lo cual muestra todavía grandes brechas en las materias básicas. La inversión en el mejoramiento de la calidad sigue siendo baja, alrededor del 6 por ciento del presupuesto, en un entorno donde se requieren grandes inversiones adicionales, como llevar la jornada única a todo el territorio.
Así las cosas, el primer paso para ofrecerle un mejor futuro a José es caer en cuenta de que seguir haciendo lo mismo va a seguir arrojando resultados insuficientes, que necesitamos apuestas realmente profundas y transformacionales, y que eso es algo que no da espera. Imaginemos ahora que José estuviera naciendo en julio del 2019 y fuese a entrar al sistema público educativo en unos cuatro años. ¿Qué podríamos hacer para asegurar que sus resultados educativos se parezcan más a los de Thiago y eventualmente a los de Huang?
Lo que más importa es lo que sucede en el aula
La calidad de un sistema educativo no excede la calidad de sus docentes14. Las implicaciones que tiene, para el aprendizaje de un niño, el hecho de estar expuesto a un buen docente vis a vis a un mal docente, por períodos prolongados, son bastante profundas. No lograremos cambiar los resultados para José si no mejoramos la calidad de la instrucción en el aula. Por ende, en el centro de la transformación del sistema educativo colombiano tiene que estar el docente, como lo ha estado en todas las situaciones en las que se han podido mejorar resultados de forma sustancial, rápida y sostenida. Esa debe ser nuestra obsesión.
Pero primero necesitamos una meta que realmente movilice al país entero hacia algo que sea ambicioso, alcanzable y fácil de entender y relacionarse. Las metas que se formularon en gobiernos anteriores son difusas, fragmentadas y apuntan a un plazo demasiado largo. Se las cambia constantemente o no se las comunica en forma adecuada. Y, peor aún, cuando los líderes políticos hablan de educación, el foco termina siendo lo que es políticamente fácil de mostrar y vender, como la construcción de aulas, o nuevos colegios, y no la mejora de la calidad en la educación. Sabemos por la experiencia de Minas Gerais, y de otros sistemas educativos, que las brechas en lecto-escritura y matemáticas se pueden cerrar rápidamente. Por tanto, deberíamos asumir el reto de llegar en lecto-escritura y matemáticas, en las pruebas Saber 5 y 9, a que el 95 por ciento de nuestros niños cumplan o excedan los requisitos mínimos esperados para el 2030. Para poder lograr estas metas se va a requerir un mayor nivel de inversión en el mejoramiento de la calidad del sistema. Actualmente lo que el Estado invierte en mejorar los resultados es realmente bajo. Vamos a necesitar por lo menos un presupuesto más cercano al billón de pesos anuales, que es cuatro veces el nivel de inversión actual, pero que sigue siendo un porcentaje muy bajo del gasto total.Los Docentes
En lo que se refiere a los docentes actuales, es importante proteger, ampliar y robustecer el programa Todos a Aprender, que apoya a los maestros de primaria de instituciones de menor desempeño con entrenamiento y acompañamiento in situ. Como muestra una reciente evaluación de impacto, este programa ha mejorado el desempeño de los estudiantes, tanto en lenguaje como en matemáticas. Para potenciar sus beneficios, el Estado tiene el reto de hacerlo más costo-eficiente y de fortalecerlo y expandirlo a más colegios —o a más sedes, especialmente en zonas dispersas—, a directivos docentes y a más niveles.
Tenemos que llegar a todos los docentes y asegurar realmente un proceso de mentoría basado en las observaciones directas en el aula, con un seguimiento detallado del avance de cada maestro atado a rúbricas claras de maestría de los conceptos más importantes. La formación situada de docentes a través de tutores fue la herramienta insignia de la transformación de Minas Gerais y de otros programas en circunstancias similares a las de Colombia. A través del mejoramiento de las prácticas más básicas para preparar e impartir una clase, se pueden lograr cambios inmediatos en el aprendizaje de los niños.
Pero el acompañamiento al docente no es suficiente. Aprovechemos las tecnologías digitales para fortalecer las plataformas existentes, como Colombia Aprende, o la generación de nuevos ecosistemas de conocimiento gratuito para los docentes, que incluyan vídeos de maestros expertos dando todas las clases de primero hasta noveno, en todas las materias, para que se puedan extraer ideas de cómo preparar y/o mejorar sus clases. Necesitamos un ecosistema que incluya programas de aprendizaje para los docentes, con el fin de que puedan repasar las mejores prácticas y últimos desarrollos en temas de enseñanza-aprendizaje y que utilicen las técnicas más recientes de aprendizaje digital. Hablo de una aplicación digital que sea personalizada: que estructure un plan de estudios individualizado, con base en las necesidades específicas del docente y de sus alumnos, y vaya guiando al docente paso a paso por oportunidades de crecer en la carrera con el tiempo y la implementación de un esquema realmente meritocrático, para tener una propuesta de valor atractiva para el mejor talento. Hay que subir la barra en el proceso de selección y tener concursos exigentes que aseguren el más alto nivel y les exijan altos estándares a los programas de licenciatura y normalistas. Por último, se necesita la mejor evaluación que premie el desempeño excepcional de los docentes y asegure que nadie está teniendo un impacto negativo en el aprendizaje de los niños. Los sistemas educativos de alta calidad cuentan con estas características. Ese es el sueño.
Por supuesto, también serviría trabajar en muchos otros elementos para mejorar la calidad de la educación, como la formación de directivos, la ampliación de la cobertura en educación inicial con atención integral, el fortalecimiento de las competencias para el siglo XXI, el enfoque en aumentar la motivación y ajustar las mentalidades de los estudiantes, el incremento de las horas de estudio, la experimentación en el uso de tecnologías digitales como medio de instrucción afuera del aula, una mejor distribución del presupuesto nacional hacia regiones con mayores necesidades, etc., pero ninguno es más importante que trabajar en mejorar la docencia.
Como sociedad, necesitamos generar un consenso real para dar el gran salto. Para poder imaginar un mejor futuro para José, tenemos que arrancar por cambiar de tajo esas dinámicas tan poco productivas y embarcarnos en una conversación a nivel nacional sobre el tipo de sociedad que queremos y lo que estamos dispuestos a hacer para lograrlo. El cambio es posible y así lo demuestran otras experiencias. Falta más bien una convicción colectiva y la ambición de hacer algo realmente transformacional.