En 2020, la COVID-19 provocó una caída del PIB español del 11%, la más profunda desde la Guerra Civil. La senda de la recuperación es incierta, pero las características de este shock económico hacen prever que ésta sea sustancialmente más rápida que la de la Gran Recesión. Más allá de la recuperación, es importante pensar en el crecimiento a medio y largo plazo. Y éste depende, sobre todo, del crecimiento de la productividad. Por contraintuitivo que pueda parecer, y pese a sus evidentes costes en términos sanitarios y económicos, la COVID-19 puede brindar una oportunidad para acelerar el crecimiento de la productividad y, por ende, los estándares de vida de la población.
A pesar de la presión y los altos niveles de incertidumbre, la evidencia preliminar indica que muchas empresas implementaron estrategias innovadoras para responder a la pandemia: redirigieron rápidamente su actividad hacia canales online e invirtieron en tecnología, incrementaron su eficiencia operativa y aceleraron la toma de decisiones y la innovación en modelos operativos. Sirvan de ejemplo dos datos: en el año 2020, en el que las ventas totales cayeron un 7%, las ventas online en España aumentaron en un 39%. Además, en una encuesta reciente a ejecutivos de Norteamérica y Europa llevada a cabo por McKinsey, les preguntamos si habían incrementado su inversión en nuevas tecnologías (excluyendo las relacionadas con teletrabajo) en 2014-2019, y si tenían previsto incrementarla en 2020-24. Alrededor de un 55% respondían afirmativamente para 2014-2019, cantidad que se eleva a un 75% para el periodo 2020-24. En un estudio de McKinsey Global Institute (MGI), estimamos que en los Estados Unidos y en seis países europeos (Alemania, España, Francia, Italia, Reino Unido y Suecia) existe potencial para acelerar el crecimiento anual de la productividad aproximadamente en un punto porcentual hasta 2024. En España, eso implicaría un aumento del PIB per cápita de alrededor de 1.300€ en 2024 comparado con un escenario sin dicha aceleración.
Capturar este dividendo de productividad, sin embargo, no es sencillo. En primer lugar, requiere que los cambios llevados a cabo durante la pandemia por las empresas se consoliden y se extiendan a buena parte del tejido productivo, en particular a las pymes, que tienen mayores dificultades para resistir y sobreponerse al shock. La difusión de la innovación y el cambio tecnológico es particularmente relevante para España, puesto que su concentración de empleo en pymes es superior a la de países comparables, y porque sus pymes son particularmente poco productivas comparado con sus homólogas europeas. La segunda condición es que la demanda sea robusta, lo que requiere crecimiento de la inversión, el empleo y los salarios. Los riesgos son evidentes. Si solo las grandes empresas que ya eran líderes son capaces de emprender medidas innovadoras, nuestro potencial se verá limitado. Si el empleo y los salarios no crecen, no solo no aumentarán los estándares de vida de la población, sino que, en un contexto macroeconómico débil, las empresas verán reducidos sus incentivos y su capacidad de innovar, rompiendo el “círculo virtuoso” entre oferta y demanda.
La buena noticia es que nada de lo que hay que hacer es nuevo: las empresas y los responsables de política económica deben abordar desafíos persistentes de la economía española. El primero es el capital humano. En la enseñanza formal, la reducción de las tasas de abandono escolar temprano a través de programas de ayudas, la innovación en los métodos educativos o la reforma de la gobernanza de las universidades constituyen algunos pasos necesarios. Las empresas también tienen una gran responsabilidad en este frente. MGI estima que hasta 2030, 5 millones de adultos españoles necesitarán una recapacitación (reskilling) significativa para poder cambiar de ocupación, ya que sus actuales puestos de trabajo desaparecerán o cambiarán sustancialmente debido a la introducción de las tecnologías de automatización. El segundo frente es la inversión en digitalización, adopción de tecnología e innovación. Específicamente, España tiene importantes oportunidades de inversión en digitalización, sostenibilidad e I+D (y, añadiría, vivienda). Por ejemplo, según datos de la Comisión Europea, las empresas españolas están menos digitalizadas que sus homólogas en otros países. Finalmente, y relacionado con las anteriores, es crucial incrementar el tamaño medio de las empresas y los niveles de productividad de las pymes. Esto requiere información, financiación, capacitación, tecnología, una regulación adecuada que reduzca trabas al crecimiento, y mercados competitivos que permitan la entrada de nuevas empresas.
La pandemia ha sido devastadora en muchos sentidos, pero no debemos obviar que presenta una oportunidad. Si la aprovechamos seremos más productivos y viviremos mejor.
Marc Canal, V Congreso de Innovación Logística 2021